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martes, 25 de junio de 2013

Efraín y Enrique eran dos pequeños hermanos, su abuelo se llamaba don Santos y ese tenía un llamado pascual.
El abuelo siempre levantaba a sus dos nietos para que trajeran en para el hambriento marrano. Pero lo que traían los dos niños, para el abuelo era poco y siempre se quejaba de que Pascual estaba flaco y que necesitaba mas comida. Ellos tenían que traer comida de los basurales.
Un , Efraín se corto la planta del con un vidrio cuando regresaba del muladar trayendo la comida a Pascual. Al día siguiente tuvo que ir a traer como sea la comida para el chancho, pero al regresar Efraín se sintió peor y le dijo al abuelo don santos.
El desconsiderado abuelo no entendía nada, el prefería que su chanco estuviera gordo y lo que le pasara a su nieto Efraín no le interesaba nada. Al final, Enrique tenía que ir solo al trabajo y hacer trabajo por su hermano. Enrique trataba de traer lo mejor para Pascual.
Un día Enrique trajo del muladar un perro que le pusieron el nombre de Pedro; pero el abuelo quiso botarlo. Enrique convenció al abuelo al decirle que iría con su perro al basural, ya que este tenía un buen olfato para conseguir mas comida para el chancho. Una mañana, Enrique amaneció resfriado y así se fue a traer comida para Pascual. Al día siguiente ya no pudo levantarse por que tenía mucha fiebre. Entonces el abuelo Santos insulto a sus nietos diciéndoles que no servían para nada.
Furioso el abuelo intento de levantarlos diciéndoles que eran ociosos. Enrique trato de levantarse y decidió ir al muladar y llevo varias latas vacías. Al volver Enrique con los cubos llenos de comida, el chancho se lo comió y Enrique lloró por Pedrito y se enfrentó a su abuelo. Enrique empujó la pierna de palo de su abuelo con una vara, y este se resbaló y se precipito de espaldas al chiquero. Enrique y Efraín huyeron.



viernes, 14 de junio de 2013
El general de los ejércitos incas, Ollantay
, es un guerrero de origen plebeyo que por sus excelentes servicios ha sido elevado a la nobleza de privilegio y se le han concedido numerosos premios. Pero se enamora de Cusi Coyllur (Lucero Alegre o Estrella), hija del Inca Pachacútec (El restaurador del mundo), amor prohibido, pues de acuerdo a las leyes de Imperio, nadie, salvo otro de linaje inca, puede casarse con una princesa. No obstante, Ollantay, enceguecido por el amor, se une a Cusi Coyllur, secreto que comparte la reina madre Ccoya o Anahuarqui.

Pese a los augurios en contra que le da el Huillac Uma o sumo sacerdote, Ollantay decide pedir al Inca que apruebe formalmente su unión con Cusi Coyllur. Pachacútec le recuerda a Ollantay su origen humilde y le señala su increíble audacia de querer “subir demasiado alto”; luego, enfurecido, lo expulsa de su presencia. Cusi Coyllur es encerrada en un calabozo de la casa de mujeres escogidas o Acllahuasi, donde deberá expiar su falta; allí dará a luz una niña, fruto de su amor con Ollantay, a la cual llamará Ima Súmac (Bella Niña).

Ollantay, al enterarse que Cusi Coyllur ya no está en el palacio de la reina madre, cree que ha sido asesinada y decide abandonar el Cuzco, junto con Piqui Chaqui (Pies de pulga), su confidente y servidor, no sin antes amenazar con volver y destruir la ciudad imperial. Se instala en la ciudad que lleva su nombre, Ollantaytambo, donde se atrinchera y se hace independiente, dispuesto a resistir con las armas a las huestes del Inca.

El Inca ordena a su general Rumi Ñahui (Ojo de Piedra) que reúna fuerzas y marche a combatir a Ollantay. Por su parte, Ollantay envía a su general Orco Huarancca (Mil Montañas) quien tiende a Rumi Ñahui una emboscada en un desfiladero, derrotándolo. Diez años después el Inca Pachacútec muere sin haber conseguido su deseo de derrotar a Ollantay; le sucede su hijo Túpac Yupanqui (El estimado por la realeza).

Mientras tanto, en el Acllahuasi, Cusi Coyllur tiene a su favor a una de las acllas o vírgenes del Sol, Pitu Salla, pero como fiera oponente a la dura Mama Caca (Madre Roca), la gobernanta del Acllahuasi. No obstante haber pasado diez años de férrea prisión, Cusi Coyllur aun conserva alguna esperanza de salir de ella. Su hija, Ima Súmac, ha sido criada por Pitu Salla como una escogida más, pero sin enterársela nada de sus padres; la niña descubrirá por casualidad a su madre, proponiéndose desde entonces ir donde el nuevo Inca a fin de pedir clemencia para ella.

Mientras tanto, Túpac Yupanqui se propone derrotar y capturar a Ollantay, para lo cual envía a Rumi Ñahui, quien le promete rehabilitarse de su anterior derrota. Esta vez Rumi Ñahui decide emplear la astucia: se presenta ante Ollantay cubierto de heridas y pretende que así lo ha tratado el nuevo Inca; de esa manera se gana su confianza y aprovechando una fiesta nocturna, abre las puertas de Ollantaytambo para dar acceso a sus tropas, las cuales, sin ninguna resistencia, logran capturar a Ollantay, a Orco Huarancca y a otros oficiales, que son llevados al Cuzco, ante la presencia de Túpac Yupanqui. Éste pregunta a sus consejeros qué debería hacer con los rebeldes. El Huillac Uma, que siempre hace de pacificador, pide clemencia; más Rumi Ñahui pide la muerte de ellos. Túpac Yupanqui aprueba la pena capital; pero a último momento no solamente perdona a los rebeldes, sino que les confiere puestos todavía más altos. Ollantay es nombrado general mayor y lugarteniente del Inca en caso de ausencia de éste por asuntos bélicos. Orco Huarancca es nombrado jefe del Antisuyo.

Pero Ollantay tendrá otra dicha más por recibir: su reencuentro con su amada Cusi Coyllur. Ello ocurre en efecto, gracias a la casualidad: Ima Súmac, desde su niñez valiente, ingresa al palacio imperial y se arrodilla ante la presencia del Inca, pidiéndole piedad para su madre, encadenada en lo más recóndito del Acllahuasi. Aunque por el momento no sabe de quién se trata, el Inca se interesa por el asunto y junto con Ollantay se dirige al Acllahuasi, donde encuentran a la mujer prisionera, que más que persona les parece un espectro cubierto solo por su larga cabellera. Finalmente el Inca reconoce en ella a su hermana (lo que es una bonita anagnórisis) de cuyos labios oye su penosa historia. Entonces Túpac Yupanqui, magnánimo, la libera y allí mismo la desposa con Ollantay, terminando así, con final feliz, el drama inca.
lunes, 10 de junio de 2013
En una laguna de aguas negras, apareció una panki que tenía amedrentado al pueblo aguaruna. Era inmensa. En la manchada cabeza gris, los ojos brillaban como dos pedruscos pulidos. Si cerraba, la boca oval asemejaba la concha de una tortuga gigantesca. Cuando la panki resoplaba, se oía el rugido a gran distancia.
Al moverse, agitaba las aguas como un rio súbito. Reptando por el bosque, era como si avanzara una tormenta. Los asustados animales no osaban ni moverse y panki engullía a montones. Parecía pez del aire. Después de sus correrías, tornaba a la laguna y allí estabase, durante días. Era una amenaza escondida en la laguna. Todo el bosque temía el abrazo de la panki.

En la selva vivía un guerrero llamado Yacuma, este memorable hombre del bosque era tan fuerte y valiente como astuto. Diestro del manejo de todas las armas, ni hombres ni animales lo habían vencido nunca.
El guerrero Yacuma resolvió ir al encuentro de la serpiente, pero no de simple manera. Cogió una especie de olla en la que metió la cabeza y parte del cuerpo, y dos cubos más pequeños en los que introdujo los brazos. Con una de las manos sujetaba un cuchillo borrado en cuero. Protegido disfrazado y armado así, Yacuma avanzo entre el bosque a orillas de la laguna. Resueltamente entro al agua, no muy lejos brillaban los ojos ávidos de la ñera panki. La serpiente no había de vacilar. Sea porque le molestara que alguien llegase a turbar su tranquilidad porque tuviese ya hambre, o por natural costumbre.

Estirose hasta Yacuma y abriendo las fauces, lo trago. La protección ideada hizo que una vez devorado, Yacuma llegara sin sufrir mayor daño hasta donde palpitaba el corazón de la serpiente. Entonces quitose las ollas de greda y ceniza, desnudo su cuchillo y comenzó a dar recios tajos al latente corazón. Mientras tanto panki se revolvía de dolor, contorsionándose y dando tremendos coletazos.

La laguna parecía un hervor de anillos, la sangre y entrañas revueltas lo tenían casi ahogado. Yacuma acuchillo hasta destrozar el corazón de la sañuda panki, la serpiente cedió, no sin trabajo, porque las panki mueren lentamente.

Sintiéndola ya inerte, Yacuma abrió un boquete por entre las costillas, salió como una flecha sangrienta y alcanzo la orilla a nado.

No pudo sobrevivir muchos días. Los líquidos de la boa le rajaron las carnes y acabo desangrado. Y así fue como murió la más grande y feroz panki y el mejor guerrero aguaruna, pero después de haberla vencido.

 ANÁLISIS LITERARIO DEL CUENTO PANKI Y EL GUERRERO

  • GÉNERO LITERARIO: narrativo

  • ESPECIE LITERARIA: cuento.
  • AUTOR: Ciro alegría Bazán
PERSONAJES PRINCIPALES DE LA OBRA PANKI Y EL GUERRERO SON:

La panki:  era una boa de enorme tamaño , tenía una manchada cabeza gris y sus dos ojos brillaban como pedruscos pulidos

Yacuma, el guerrero. Era un hombre fuerte valiente astuto  como el zorro y hábil en el manejo de todo tipo de armas

DATOS SOBRE EL AUTOR DEL CUENTO EL PANKI Y EL GUERRERO

NACIONALIDAD: Peruano            

MOVIMIENTO LITERARIO: Indigenismo

Fuente de la imagen. http://2.bp.blogspot.com/_BlpgLwAF2A/TJq3pKa53RI/AAAAAAAAAVs/2xaPQwj8rSk/s1600/012.jpg
 
martes, 4 de junio de 2013

Un día, mientras Cholito caminaba de vuelta a su pueblo, luego de varios días de ausencia, descubrió tras una loma a la vieja Achike, la bruja del monte, quien se hallaba maltratando a un pobre sapo.
La bruja que era muy mala, pensó llevarlo con engaños a su casa para hacerle daño, y acercándose le pregunto:                                                                                                                       
¿Quieres venir conmigo?                                                                                                                                               Cholito la escucho, desconfiado, pero como no tenia donde pasar la noche, acepto ir con ella.
Mientras Cholito dormía, la Achike hacia hervir agua en un gran perol. “Después lo despertare – pensaba --, y lo meteré en este perol de un solo empujón”.
Cholito seguía durmiendo y, de pronto, en sueño se le apareció el Niño Manuelito, quien le revelo lo que la mala mujer pensaba. “Te dejare un peine – le dijo el  Niño ---, también una aguja y un espejito, y cuando la bruja quiera hacerte daño, arrójale cualquiera de ellos y te salvara de su maldad”.
Cholito despertó asustado. Realmente, allí a un lado, encontró el peine, la aguja y el espejito. Aprovechando entonces que la Achike había salido de la casa por mas leña, escapo hacia los montes.
Cuando Achike regreso a la casa no hallo a Cholito. Esto la lleno de cólera y volando salió a perseguirlo. Al descubrirle corriendo por entre los arboles, comenzó a soplar muy fuerte, como si fuera un huracán, para que los arboles cayeran sobre el y lo mataran.
Cholito,  acordándose del Niño Manuelito, arrojo el peine hacia atrás, el mismo que se convirtió en una enorme montaña de rocas puntiagudas. Cuando la bruja paso por allí se corto el cuello, dando un grito que hizo temblar la tierra.
La Achike, convertida ahora en Aya Uma, cabeza voladora, perseguía nuevamente a Cholito, quien logro subirse a un árbol, espantado a un venado. La bruja, creyendo que se había convertido en ese animal, se fue persiguiéndolo.
El Aya Uma, después de alcanzarlo y dándose cuenta que no era Cholito, regreso a perseguir a este. Ahora el niño arrojo la aguja, la que convirtiéndose en un espeso monte de espinas, detuvo a la cabeza voladora, cuyo cabellos quedaron enredados mientras daba un alarido.
Cansado, Cholito se quedo dormido en una pampa, cerca de unos cerros. Al poco rato despertó al escuchar que los Jirkas ---los espíritus de los cerros--- conversaban compadeciéndose de verlo dormir a la intemperie a esa hora con tanto frio. “Siquiera a nuestras cuevas se hubiera venido”, decían.
El Aya Uma apareció nuevamente, dando saltos, rebotando como pelota; pero Cholito esta vez no escapo, se quedo confiado en el espejito y en los bondadosos Jirkas, que otras veces también le habían ayudado.
Avanzo la cabeza de la bruja, oliendo como un perro el rastro de Cholito. Y en ese momento en que lo descubrió, Cholito arrojo el espejito, que en el acto se convirtió en una laguna, donde cayo el Aya Uma , ahogando finalmente.
Cholito continuo su viaje muy contento, oyendo las voces de los dioses de la montaña que le estaban deseando buena suerte y mucha felicidad para su pueblo.

Fuente  de la imagen:http://i1.ytimg.com/vi/MK0MozBrpe0/hqdefault.jpg
lunes, 3 de junio de 2013
En un pueblo de la Cordillera de los Andes, vive Cholito, un niño muy querido por la gente del lugar.
Cierto día, por pura casualidad, Cholito encontró  Ichi Ocllo, el duende, sentado sobre la piedra de un molino, leyendo atentamente el pequeño libro.
Cholito con mucha curiosidad por ver que contenía el libro, entro en la casa y lo cogió sin permiso. Entonces Ichi Ocllo monto de cólera y desapareció al instante dejando el lugar lleno de humo.
Cuando el humo se despejo, Cholito encontró un mensaje que decía: “Búscame al otro lado de la pirca, donde acababa las chacras”.
Cholito sin comprender porque Ichi Ocllo le pedía que lo buscara, se dirigió al lugar. Salto la pirca y, al ir cayendo, se dio cuenta que acababa de lanzarse de la cordillera a un abismo que parecía no tener fin.
Cuando Cholito llego al suelo se sorprendió de no haberse hecho daño y se dio cuenta que estaba en un lugar lleno de sembríos, frente a una casa muy alta, de dos pisos, desde donde lo contemplaba un hombre, que no era sino el mismo Supay, el maligno.
El Supay lo recibió enojado, diciéndole que por haber molestado a su hijo, Ichi Ocllo, le iba a dar un trabajo; llenar en sacos todo el trigo cosechado de sus chacras; y le advirtió que si para el día siguiente no estaba listo, lo castigaría.
Se hacía de noche y Cholito no terminaba. “Ni trabajando todos los días en un año, acabare este trabajo”, pensó. Viéndole triste, unas hormiguitas se compadecieron y decidieron ayudarlo.
Por la noche, ante su sorpresa, todas las hormiguitas de los cerros cercanos, convertidas en hombres, bajaron a realizar muy alegremente el trabajo con él. Al amanecer, estaba listo todo. Y así el niño pudo cumplir.
Tempranito se presentó ante Supay, quien no podía creer lo que sus ojos veían, pero disimulo y sonriendo malignamente, le dijo: “Aun no puedes irte, te faltan dos trabajos más todavía”. Esta vez debería amansar a unos caballos chúcaros que se veían al frente. Los quería para el día siguiente.
Al mediodía, mientras Cholito asaba carne para alimentarse, un águila se posó en una roca cercana, y como el niño le ofreciera un pedazo de carne cruda, agradecida el ave, prometió ayudarle en el segundo trabajo.
En la noche, el águila, a picotazos y aletazos, amanso a los caballos.
El Supay se quedó mudo viendo a los caballos mansos. Entonces le dio el último trabajo; engordar a un toro flaco, cari moribundo, para un banquete que debía dar al día siguiente a sus invitados.
La hija de Supay, al escuchar lo que decía su padre, se compadeció de Cholito y le ayudo, dándole un toro unas hierbas mágicas, con las que engordo tanto, tanto, que iba a reventar.
Cumplidos los trabajos, y guiado por la niña, Cholito regreso a su pueblo, donde lo esperaba su mama, sus hermanitos y su amado venadito Lucero, a quienes había extrañado mucho. Y lleno de felicidad corrió abrazarlos.

 

LA PUNTUALIDAD DEL PERUANO

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